La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha publicado un análisis que por primera vez estima una caída sostenida en las emisiones globales de gases de efecto invernadero: si los países cumplen sus actuales planes climáticos, las emisiones podrían reducirse un 10% para 2035 respecto a 2019.
Pero esa cifra, aunque representa progreso, está muy lejos del recorte del 60% que los científicos consideran necesario para limitar el calentamiento global a 1.5 °C sobre los niveles preindustriales.
Los retos no son menores. Solo 64 países entregaron nuevos planes (“Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional”, NDCs) antes de septiembre, y esos representan apenas alrededor del 30% de las emisiones mundiales.
Países como China —el mayor emisor mundial, con cerca del 29 % de las emisiones globales— anunciaron que reducirán sus emisiones entre un 7% y un 10% para 2035 respecto al pico, aunque aún no han fijado cuándo llegará ese pico.
Mientras tanto, desde la CMNUCC advierten que la próxima cita global, la COP30 en Brasil, debe marcar un momento de salto: “Ahora le toca al mundo responder y mostrar cómo vamos a acelerar”, declaró su secretario ejecutivo, Simon Stiell.
La situación pinta así: por primera vez la tendencia podría invertirse, lo cual es motivo de esperanza… pero el ritmo de esa mejora es demasiado lento para cumplir con las metas que la ciencia establece.
Para el caso de México y América Latina, ese “10% de reducción global” implica que deberán ir más allá de esos compromisos actuales para evitar que fenómenos extremos —sequías prolongadas, tormentas severas, olas de calor— se vuelvan rutina. Porque cuando los países miran solo las metas que han anunciado hasta ahora, el planeta sigue entrando en una zona peligrosa.
En resumen, sí: hay señales de progreso, pero también la urgencia de acción es más grande que nunca. El mundo se asoma a un cambio, pero aún está corriendo para alcanzarlo.