El Congreso de la Unión llegó al cierre del año legislativo con un mensaje que buscó poner orden en medio de la polarización política. Durante la instalación de la Comisión Permanente, la presidenta de la Cámara de Diputados dejó claro que el país no necesita un Legislativo acelerado ni confrontado sin rumbo, sino uno capaz de debatir con firmeza, pero con respeto y responsabilidad.
En pocas palabras, recordó que las curules no son premios personales, sino espacios de representación ciudadana. Cada voto, cada discusión y cada reforma impacta directamente en la vida de millones de mexicanos, por lo que legislar con prisas o imposiciones no solo es una mala práctica, sino un riesgo para la democracia.
Con senadores y diputados reunidos en la Comisión Permanente, la Mesa Directiva planteó una ruta clara: diálogo abierto, micrófono disponible para todas las voces y debate plural. Incluso si las posturas chocan o se polarizan, el objetivo debe ser construir acuerdos y no imponer visiones únicas desde la mayoría.
El mensaje también tuvo un tono humano. A unos días de la Navidad, la diputada habló de algo que conecta con la vida diaria de las personas: la seguridad. Deseó un cierre de año tranquilo, con carreteras seguras y familias que puedan viajar y regresar a casa sin sobresaltos. Pero dejó en claro que esa tranquilidad no depende de la suerte, sino de políticas públicas bien hechas y de un Estado que funcione.
El tema que concentró mayor atención fue la reforma electoral. Desde la presidencia de la Cámara se lanzó una advertencia directa: no habrá fast track ni albazos. Las reglas democráticas no pueden modificarse en lo oscurito ni diseñarse para favorecer a unos cuantos. Su razón de ser es proteger el voto, garantizar la pluralidad y asegurar que las instituciones respondan a la voluntad ciudadana.
Por eso, insistió en la necesidad de un parlamento abierto. Escuchar a especialistas, partidos políticos, universidades y organizaciones civiles no es una concesión, sino una obligación ética. Una reforma electoral construida sin diálogo, subrayó, sería un error histórico que marcaría negativamente al país.
En un contexto internacional y nacional marcado por la confrontación entre ideologías, la diputada recordó algo esencial: ningún partido, gobierno o régimen es eterno. La democracia mexicana se ha construido con años de esfuerzo ciudadano, instituciones electorales sólidas y la aceptación de los resultados electorales, tanto en la victoria como en la derrota. Poner eso en riesgo sería retroceder.
El cierre del mensaje dejó una idea contundente: el verdadero enemigo de la democracia no está dentro del Congreso ni entre los partidos, sino en el crimen organizado. Cualquier reforma electoral que se discuta debe servir para cerrar el paso a la delincuencia en los procesos electorales y evitar que los criminales decidan candidatos o gobiernos locales.
Así, el Congreso entra a la recta final del año con una tarea clara y una prueba de fondo: demostrar que puede legislar con altura de miras, escuchar a la ciudadanía y defender la democracia más allá de colores partidistas.